Ya vamos por dos noviembres consecutivos con un fenómeno natural que pasa dejando traumas sociales y pérdidas humanas. La naturaleza nos muestra que puede más que nosotros, que los efectos del cambio climático son ciertos y nos restriega todos nuestros desperdicios, los que afloran en cada crecida de un rio y en el desborde de cualquier cañada, cada vez más contaminada.
Luego de la tormenta nos queda ese sentimiento de haber sido arrasados, recordamos una vez más que seguimos viviendo bajo vulnerabilidad, que ya no importa tanto la clase social, porque el peligro puede llegar a cualquier zona.
Estamos ante un partido de gobierno que pide a gritos no politizar esta desgracia, afectada por la falta y el abandono de políticas públicas que agravan las capacidades de desarrollo y no nos protegen de estos desastres naturales, que terminan en desgracia para muchas personas, mientras que las excusas y la búsqueda de culpables pasados, sigue siendo su modus operando.
Necesitamos urgentemente resolver el tema del sistema de alcantarillado precario de esta ciudad, destapar imbornales, fajarnos con el tema del sub-suelo, así como también, controlar mejor los desperdicios, eliminar el foam y reciclar el plástico.
Como es el Gobierno de lo nunca visto, cada noviembre ahora pasa algo que nunca había ocurrido antes.
Cuando el país está bajo amenaza de intensas lluvias, es mejor movilizarse con la expectativa de lo peor y que no suceda nada, que descuidarse creyendo que no va a llegar a mayores, como todo indica que pasó con este fenómeno atmosférico que no contó con las medidas preventivas necesarias porque el Estado no le dio la debida importancia. Por ejemplo, impedir el paso por el túnel de la 27 con Máximo Gómez desde el momento que por sus paredes empezó a salir agua, era suficiente para evitar la desgracia de que nueve personas pierdan la vida y nos dejen con esta dolorosa y desgarradora experiencia.
La falta de humildad intelectual de este Gobierno nos causa altas pérdidas, porque, si bien es cierto que quedan muchas cosas por hacer, también es falsa la idea de que TODO lo anterior es lo peor, ¿Cuánto le cuesta a la sociedad que su clase política no quiera aprender de experiencias pasadas y tratar de mejorar lo que deba ser perfeccionado? ¿Cómo es que las ganas de “echar vainas” estén por encima de soluciones definitivas?
Hoy pagamos las consecuencias de tres años de soberbia, presente en los discursos de diferentes actores de este Gobierno, en las pocas inauguraciones que se han hecho en términos de adición de nueva obras publicas. Sin embargo, poco se ocupan del mantenimiento correctivo y preventivo de la infraestructura existente. En fin, no hay manera que exista un discurso que no lleve una surrapa de resentimiento.
Nadie puede controlar la lluvia, ni el mar, ni el viento. Lo único que nos queda es mitigar riesgos y adaptar nuestra ciudad a la realizad caribeña que nos atañe. Así como viven en Venecia por debajo del nivel del mar, como Amsterdam convive con tantos canales, como llueve en Inglaterra casi todo el año, nosotros tenemos que tomar decisiones en función a nuestro lugar en el hemisferio. No podemos seguir poniendo asfalto sobre asfalto, tener grandes infraestructuras sin mantenimiento regular, quedarnos sin movilizar a tiempo las brigadas de corte de árboles y destape del sistema pluvial ¿Cuándo aparecen averías en el túnel de la Núñez con Anacaona, vamos a reclamar a Balaguer? ¿Leonel? ¿Danilo? ¿Jorge Blanco? ¿Guzmán? o ¿Trujillo?
La culpa realmente será de noviembre.
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