Nuestra escala de valores

Hablar de valores, me resulta siempre tan polémico, porque si el valor que le damos a las cosas, las personas o las conductas, lo ponernos en una balanza donde el peso de los mismos dependa de un tema cultural, religioso o moral, entonces los resultados serían tan complicados como interesantes de comparar.

Interpretar aquello que la sociedad, en sentido general valore, desde nuestra visión sobre lo qué consideramos importante y justo, es un ejercicio de reflexión constante y muchas veces frustrante.

Presumir de nuestras creencias religiosas suele ser muy útil en sociedades como esta, porque ayuda a crearnos una imagen bondadosa ante los demás. A pesar de que los valores son laicos; la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la sinceridad, la ética, la empatía, la responsabilidad, entre otros, son practicados indistintamente entre personas religiosas o no, incluso, la falta de tolerancia es común entre quienes se toman la religión de manera extremista.

Los valores aplicados por las personas hasta se vuelven incoherentes, por ejemplo, existen quienes valoran la vida desde la concepción y al mismo tiempo incumplen reglas de tránsito, provocando accidentes catastróficos. Quizás, el sentido de responsabilidad y la prudencia, no lo asocian con la preservación de la vida.

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Luego, veo que hay mucho discurso sobre los valores familiares. Indiscutiblemente la armonía y la estabilidad del hogar repercute de manera positiva en nuestra vida, y nuestra formación más importante debe de venir de nuestros hogares. Sin embargo, lamentablemente, también pasan muchos abusos dentro del ambiente familiar en infinidad de condiciones, algunas tolerables, pero otras, rompen todos los parámetros posibles de convivencia.

La escala de valores se vuelve confusa en estos tiempos, porque la vida en sociedad cambia, y aquello que antes se consideraba un irrespeto, hoy la tolerancia lo hace aceptable, o al contrario, nos volvemos intolerantes ante situaciones anteriormente normalizadas. Mientras, q el consumismo ha crecido a tal punto, que hay quienes valoran más fumarse un puro de una marca costosa, que cumplir con la responsabilidad de pagar la compra semanal del supermercado para su familia.

Lo que más frustra a personas como yo, respecto a entender aquello que los demás valoran, está relacionado al criterio de selección que tienen algunos medios para visibilizar problemas, propuestas y personas, e importantizar temas banales.

El mérito, es otra cualidad muy poco valorada, al final, puedes pasarte la vida entera luchando para conseguir algo y entiendes que te compensarán por eso, pero cuando se presenta la oportunidad, resulta que aunque labraste el camino, fue a ti que te cerraron la puerta, dándole paso al oportunismo de otra persona.

Ahora, el valor de la diversión lo sentimos sobre dimensionado. Los fabulosos años 20 del siglo pasado, con sus legendarias fiestas, quedan opacados ante este deseo desenfrenado de evadir problemas, de que se difundan contenidos vacíos, de participar en encuentros masivos en espacios públicos (los teteos), llegando a generar violencia y hasta muertes, provocando incluso, estampidas sin control cualquier día de la semana.

Mientras acumulamos temas sin resolver, las soluciones complicadas a problemas aún más complicados, no parecen interesar a un grupo importante de personas, incluso, vulnerables ante dicha situación, mientras, que la prevención ha logrado perder valor ante el consuelo.

Y cómo el valor de todo es subjetivo y circunstancial, si estás perdido en el desierto, ¿Qué tiene más valor? ¿Un reloj de oro y diamantes o una botella de agua?

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